Hace varias semanas terminé de leer Las calles de arena, uno de los últimos cómics de Paco Roca, ...pero lo dejé en la estantería. Estuvo reposando. Mucho contenido y mucha mucha diferencia de su anterior trabajo Arrugas. Difícil de asimilar que es el mismo autor y a su vez admirable su capacidad para abrazar temas tan diferentes como el alzheimer (en Arrugas) y el laberinto de los sueños inalcanzados.
Lleno de referencias a la literatura y la filosofía, Las calles de arena relata la vida circular de un barrio en el que todos los personajes siguen una rutina faltos de la decisión para cambiarla. A este vecindario llega por casualidad (o por destino) el protagonista de la obra, "el hombre sin nombre". Sin nombre y sin firmeza a la hora de afrontar el compromiso con su novia.
Como Alicia cuando fue a tomar el té con el sombrerero, el protagonista está convencido de la locura de sus compañeros. Un hombre que espera a la muerte dentro de un ataúd, la mujer que escribe cartas en lugar de hablar o el conde Diógenes que gira su casa para evitar el sol, son algunos de los sujetos que, en su historia personal, traslucen reflexión y existencialismo. El predominio de el color en la página acorde con la estancia y el aura del personaje que aparezca en la viñeta contribuyen a rodear a esta novela gráfica de un halo onírico.
Esta obra es un cómic que no supera a Arrugas, sino con el que Paco Roca se supera a sí mismo y a los que quisieron encasillarle en el cómic social. Las calles de arena es un arcoiris laberíntico que se esconde tras el espejo de Alicia en el País de las Maravillas. Y es que, al fin y al cabo, "el camino que se debe tomar depende de donde se quiera ir".
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