miércoles, 27 de febrero de 2013

Araki, el provocador

En el relato "¡Mokusei!" de Cees Nooteboom un fotógrafo holandés viaja a Japón en buscar la foto perfecta que refleje la esencia de este país. Sin embargo, ese lugar de espiritualidad y geishas construido en el imaginario occidental ya no parece existir. Al mismo propósito parece haber dedicado su vida Araki, el fotógrafo japonés más controvertido y famoso a nivel mundial.

Tras más de cuarenta años dedicado a la imagen fija, el fotógrafo es conocido, sobre todo, por sus japonesas atadas y desnudas o con los vestidos tradicionales, y por las escenas de sexo explícito de las que él participa. Para algunos movimientos feministas, Araki no es más que un pornógrafo misógino. En el otro extremo están aquellos que lo idolatran con un fanatismo que él mismo alimenta con su continua autodeclaración de genialidad. Sin embargo, al profundizar en su carrera, se descubre que Araki no es solo genitales y Shibari -bondage japonés-, sino también es fotografía callejera, cielos, alimentos, renacimiento, flores, melancolía por el Japón perdido y una profunda reflexión sobre el yo-fotógrafo. La fotografía como diario y él como protagonista de su vida novelada, siempre jugando el mismo rol, siempre con sus opacos lentes redondos y su pequeño bigote.


(...) Araki es controvertido y provocador, uno de esos personajes de extremos, su cámara parece un péndulo que oscila constantemente entre polos opuestos: vida-muerte, interno-externo, arte-obscenidad, tradición-innovación… Dentro del mismo cuadro, inserta elementos anacrónicos que generan un extrañamiento constante y una oscilación también en el espectador. Y es que el fotógrafo puede colocar, junto a una japonesa clásica con el kimono abierto, el control remoto de la televisión o un dinosaurio de plástico -este último se repite constantemente desde la muerte de su esposa- sin necesitar de un argumento teórico que lo justifique.

Es quizás en esa dualidad, en esa extrañeza, donde está parte de la esencia que buscaba el fotógrafo de Nooteboom, una convivencia que Occidente jamás podrá comprender. "En Europa esperan que expliques la lógica precisa que subyace detrás de todo. Dices que es una buena idea porque es una buena idea, pero ellos se empeñan en que lo expliques. No me gusta París. ¡No están preparados para aceptar las cosas como vienen!", explicaba el propio fotógrafo en relación a una entrevista realizada por la radio francesa en 2000.

Lee el artículo completo en El País Cultural (22/febrero/2013)

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