jueves, 8 de noviembre de 2012

El saludo es lo último que se pierde


Él es el cuidacoches que trabaja cerca del diario. No habla, pero cada mañana me saluda con efusividad agitando la mano. Y yo le devuelvo el saludo con una sonrisa. También saludo al camarero del bar, al de segurida, al portero, a la chica de la panadería, al señor que suele estar fumando en la puerta... y a todos aquellos que, aunque no sepa quiénes son ni si trabajan en mi empresa, me cruzo cada día. Cierto amigo me dijo una vez que lo último que se pierde no es la esperanza, sino el saludo, y creo que es una buena lección de vida.

Hay veces que el cuidacoches está dormitando con la cabeza apoyada en el hombro, entonces paso de puntillas a su lado para no despertarlo. Aunque también hay otras veces que a él, simplemente, no le apetece saludarme, y mira para otro lado, como si el mundo solo se creara en su mirada. Como si no existiera la permanencia del objeto. Como si pudieran cerrarse los oídos cuando estamos en medio del bosque y cae el árbol del koan zen, concluyendo así que no hay ruido. 

2 comentarios:

Natabella dijo...

...me gustó porque lo vivo en carne propia. Pero el saludo es un bien que administro cuidadosamente. A las personas que no quiero, se los quito voluntariamente... y que se note, porque duele ser el único que no se es saludado. La indiferencia dice más que un agravio. Besos :) y un saludo grande!

Marie... dijo...

Gracias por tu comentario Nat! Tienes toda la razón, aunque a mí aún me cuesta mucho no saludar, estoy de acuerdo en eso de que la indiferencia es la mejor ofensa ;)