Empezar un libro de Banana Yoshimoto es como abrir la puerta de la
cocina de la abuela. Los olores a comida casera japonesa se escapan de
las páginas y despiertan el apetito del lector. "Creo que la cocina es
el lugar del mundo que más me gusta. En la cocina, no importa quién ni
cómo sea, o en cualquier lugar que se haga comida, no sufro", ya
escribía la autora en Kitchen, su primera obra. El último libro es un
delicado menú degustación de cinco relatos: "La casa de los fantasmas",
"¡Mamáaa!", "La luz que hay dentro de las personas", "La felicidad de
Tomo-chan" y "Recuerdos de un callejón sin salida", que da nombre al
conjunto.
Este es el libro preferido de Yoshimoto, y sin embargo, la autora pide
perdón por la tristeza que esta obra contiene. Una tristeza necesaria
-según afirma en el epílogo- para "limpiar la pena acumulada". Y también
una tristeza exquisita que parece situar a todos los personajes en un
mismo punto de partida: la extraña y desoladora calma que queda después
de una tormenta.
Tras vivir situaciones emocionalmente dolorosas, todos los protagonistas
deben enfrentarse de nuevo a la vida diaria. En el relato que da nombre
al libro, Mimi se refugia en un apartamento de su tío cuando su
prometido la abandona. Un trabajador del bar del callejón en el que vive
será quien la ayude a salir de encierro y a transitar el duelo.
Mientras que en "¡Mamáaa!" una comida envenenada es la tormenta que
lleva a la protagonista a enfrentarse con su pasado y con su madre.
Las relaciones personales y familiares, el amor, los recuerdos de la
infancia, la nostalgia, la soledad o la búsqueda de la felicidad, junto a
la preocupación por el detalle, son parte de la estética aparentemente naïf de la autora: "Volví a adormecerme envuelta en aquel agradable
edredón, embelesada, como embriagada por mi propio calor corporal,
mientras contemplaba el cielo gris que anunciaba otro día de nieve."
("La casa de los fantasmas").
Entre los recuerdos inocentes y la profunda reflexión interior,
Yoshimoto no se pierde en el callejón buscando al gato. Sabe bien dónde
se encuentra, se detiene conscientemente para analizar con lupa esas
pequeñas emociones. Y despacio gira sobre sus talones para buscar a su
alrededor esa "luz que hay dentro de las personas" con la que emprender
la nueva construcción del yo.
Publicado originalmente en El País Cultural 6/enero/2012
2 comentarios:
Lo buscaré y tambien a Kitchen, hace un tiempo ya que quiero incursionar en la literatura japonesa.
Saludos,
Mer
http://www.modernasdemontevideo.com
Mer,
Si quieres cuando te vea te llevo Recuerdos en el callejón.
Beso y gracias por tus comentarios
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