El interior y el exterior. Lo bueno y lo malo. La pureza y la lujuria. Tópicos antónimos que en la moral tradicional se asocian sin vacilación. ¿Pero por qué el cuerpo debe situarse en segundo lugar con respecto al alma? ¿Por qué solo la belleza interior es memorable? En una familia burguesa de Viena, a principios de 1900, nació una niña que iba a cuestionar estos valores y a retratar la sociedad europea, primero, y americana más tarde, con su cámara de fotos a la altura del ombligo. Esa era Lisette Model.
Lisette Model desembarca en España en una exposición de la Fundación Mapfre que recoge sus series más conocidas: Promenade des Anglais, un reportaje de las clases adineradas francesas de la Costa Azul a principios de los años treinta; los bañistas de Coney Island, una de las más conocidas; las imágenes del Sammy's, el bar neoyorkino donde las grupos sociales más bajos eran siempre bienvenidos; o la última serie de la muestra en la que encontramos caras tan conocidas del Jazz y el espectáculo como Louis Armstrong o Frank Sinatra.
La caída en la escala social que experimentó Model a lo largo de su vida es también el viaje a la profundidad que toman sus personajes y retratos. Desde las primeras imágenes de Niza, tímidos retratos de espaldas; a la actitud desenfadada y provocativa de los personajes travestidos de las fotografías americanas; ese cambio es innegable. Lisette Model elimina de un golpe todos los tópicos moralistas que abogan por la importancia del interior de las personas, del alma, del corazón. Y en lo común, los defectos y en lo grotesco encuentra la vitalidad y frescura que empapa toda su obra.
Lo que me interesa es la superficie.
Porque la superficie es el interior.
La gente siempre dice que hay que investigar dentro.
Olvídalo.Todo está por fuera.
LISETTE MODEL
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