jueves, 27 de agosto de 2015

El gato salvaje vino a por mimos


 El cuadro de la derecha lo pintó la abuela. Es uno de los invernaderos de Santa Teresa. Y cuando me lo regalo, me dijo: "Para que siempre tengas un recuerdo del tiempo maravilloso y toda la gente buena que encontraste en Uruguay". El árbol de metal lo compramos en una excursión a Ikea con Marta y David, mis compis de piso en Madrid. Ahora ella debe estar defendiendo su tesis predoctoral con un bebé dentro de la panza. La flor naranja me la regaló Nico, un francés de esos amigos-casi-hermanos con el que vivía en Holanda. Las estrellas de la ventana vinieron de Barcelona hace por lo menos 6 años, y en la foto a lo lejos se nos ve a mi hermano y a mí en alguno de esos eternos veranos de vacaciones en la playa. La compu tiene teclado francés, y aunque Gregor tenga pasaporte europeo, es montevideano. En la pantalla, una memoire a medio hacer sobre valores de la cultura digital, espacios públicos, jóvenes e interculturalidad.

No existe el tiempo, ni presente ni pasado.
El tiempo no es más que una suma subjetiva de recuerdos.

1 comentario:

La del bebé en la panza dijo...

Me ha encantado tu habitación repleta de cachitos de vida, y más aún la referencia a aquel año en Madrid (¡hace ya seis años!). Hay que ver lo que cabe en un escritorio... Te esperamos por Barcelona para seguir aumentando tu colección de recuerdos.

Besitos