martes, 7 de octubre de 2014

Café Little Boy, de Jean-Luc Vilmouth

 

Una de las pocas cosas que quedó en pie después de la explosión en una escuela de Hiroshima fue una pizarra. Un espacio mudo en el que los visitantes escribían sus reflexiones y sus mensajes de condolencia.

Little Boy era el nombre de bomba atómica que arrasó Hiroshima, a la de Nagasaki la llamaron Fat Man. Café Little Boy es también una obra-instalación de intervención colectiva de Jean-Luc Vilmouth. Actualmente se expone en el Museo Pompidou en el marco de la muestra "Une histoire, art, architecture et design. Des années 80 à aujourd'hui".

En la sala no hay más que paredes coloreadas con tiza, varias mesas con sillas para niños y un reloj cuyas manecillas están detenidas en la hora de la explosión. Sólo el segundero sigue goteando el tiempo. El público, de cinco en cinco, entra a la sala para tratar de dejar algún mensaje sobre las paredes emborronadas en colores pastel.

Por cierto, ¿quién sería el primer idiota al que se le ocurrió ponerle nombre a las bombas? 

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