Hablar de la Guerra Civil española es hablar del miliciano de Capa; pensar de la captura de Bin Laden es recordar aquella foto de Obama y su equipo asistiendo compungidos en directo a su cacería. Si el período histórico que se nombra es la Gran Depresión estadounidense, una mujer con mirada de madonna, la mano sobre la cara y varios niños a su alrededor empezará a dibujarse ante los ojos. Es el famoso retrato Migrant mother de Dorothea Lange, la fotógrafa de la Gran Depresión.
Comenzó retratando a las clases altas de la sociedad, pero fue tras el crack del 29 cuando su mirada se desplazó hacia quienes serían a partir de entonces los protagonistas de sus imágenes: los individuos y familias con menores recursos económicos. Personas que se destacan en la multitud para dejar de ser un número y volverse rostros individuales. Y que, aún en la miseria absoluta, conservan la dignidad y la actitud de resistencia.
Son las posiciones corporales, los primeros planos o los detalles en los retratos a través de los cuales se lee y se entiende la Gran Depresión. A los siete años Dorothea Lange contrajo poliomielitis, que le dejó una cojera en la pierna derecha y problemas de salud a lo largo de toda su vida. Esta dificultad probablemente le hizo desarrollar una conciencia corporal más profunda y despertó su capacidad para capturar el lenguaje no verbal, tanto como reflejo de los pensamientos individuales como de las relaciones entre los diferentes sujetos.
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